Después de todo un dÃa de viaje en autobús con sus consiguientes transbordos en distintas ciudades, llegamos a un lugar llamado Benasque. Pueblo oscuro y frÃo entre montañas. Es el último recorrido que hacemos en el bus por las sinuosas curvas de la maltrecha carretera, y el hambre me acecha y la noche casi cubre por completo al dÃa. Dispongo de un kilo de ciruelas compradas en Lleida, aparte de latas de conserva, leche condensada en tubo, paquetes de sopa....pero esas frutas moradas y maduras que yacen en una bolsa están diciendo ¡comeme!. Ni corto ni perezoso empiezo la media cena en el autobús entre curva y curva que el conductor se traga sin apenas reducir la velocidad hasta su llegada al destino. Acarreados con la mochila nos dirigimos al primer y creo que único bar que hay en el pueblo para cenar algo. Nos colocan en una mesa redonda al amparo de una tenue luz que deja escapar una lámpara que cuelga de un elevado techo. ¡Queremos sidra camarero!, le decimos al hombre enjuto que se acerca por segunda vez a nosotros. Sacamos el bocata y a ritmo de sidra engullimos esos largos panes rellenos de embutido que desenvolvemos de unas hojas de periódico. No recuerdo que llevara yo un bocata, sino ya me lo hubiera comido en el autobús, pero me está entrando unos dolores de barriga nada más beberme algunos tragos de sidra, que nos han puesto en unos vasos pequeños a los cuales debemos ir llenando muy a menudo de la botella.
Descargo todo aquello que mi barriga llevaba y respiro con tranquilidad, ahora si beberé sidra sin temor alguno.
Ya es noche cerrada y salimos de Benasque con la barriga llena de sidra y bocata hacia el Aneto. Encarrilamos la carretera en dirección pues...al refugio de la Renclusa, creo, al menos eso dice uno de nosotros que cree saber el camino. Empieza a llover y aceleramos el paso. Llueve más fuerte y sino recuerdo mal, a los poco kilómetros del pueblo existe una especie de casa abandonada, hecha a dos aguas muy inclinadas con pizarra. Allà decidimos pasar la noche. Somos cuatro y nos acomodamos por el interior entre runa y paredes deshechas. El agua empieza a colarse por el maltrecho tejado, pero intentamos esquivarla para pasar esa noche que prometÃa al principio iba a ser deliciosa. Amanece un dÃa tranquilo y sin agua. Emprendemos el camino al Aneto.
Están construyendo una pista o una carretera, dinamitan de vez encuando para ir abriendo camino, no lo se seguro, sólo hay pista muy mala que termina en una enorme pendiente hasta Baños de Benasque. Alguien que circula con un seiscientos por la carretera aquella mañana nos ofrece llevar nuestras mochilas hasta cerca del derruido Hospital de Benasque. Aceptamos y nuestros cuerpos nos lo agradecen. Sin problemas llegamos hasta el lugar donde vemos las mochilas. Todo sigue igual, ahora nos toca el último trecho hasta el refugio, pero sin porteadores en seiscientos. Ya al atardecer llegamos a la Renclusa. Qué enorme estancia. El lugar nos parece maravilloso, tranquilo, solitario...
Nada más hay un par de parejas austriacas que al dÃa siguiente quieren subir al Aneto. Dedicamos la tarde noche hasta la cena a repasar las cosas y mirar fotos que cuelgan por las paredes y mapas. Nos conceden la parte alta para pernoctar, osea las golfas, un sinfÃn de colchón muy largo lleno de borra donde colocamos nuestros sacos y unas vigas no muy altas donde colgamos la comida para evitar que los ratones se apoderen de ella. Se oyen rondar por toda la estancia y si enfocas con la linterna hasta los ves como jugando al gato y el ratón. Son nuestros compañeros de cuarto la primera noche.
¡Aneto buen tiempo! ¡Aneto buen tiempo!....Una voz grave y fuerte a la vez nos despierta a las cuatro de la mañana. Asà se avisa a la gente que quiere subir al pico Aneto. Recogemos las cosas y preparamos la mochila. Desayunamos y sobre las siete salimos hacia el Néthou.
Hablaba el otro dÃa en un relato sobre nuestros hijos si seguÃan los mismos pasos que nosotros, los amantes de las montañas, la escalada, la naturaleza...por poner algún ejemplo y esto que explico fue en septiembre de 1974. Allà en Benasque compré el libro reeditado años después “ El Aneto y sus hombres “. Allà compré la primera revista Vertex que después seguà coleccionando y encuadernando muchos años. Allà usé un piolet casero y unos crampones hechos por un herrero, que por desgracia en medio del glaciar se soltó una soldadura. Usaba cuerda para cruzar el comentado glaciar y también para el paso de Mahoma, allà me alimenté de vida por unos dÃas, disfruté como se suele decir más que un camello en... Allà empecé a sentir los tintineos de la Montaña, de esa afición que jamás he podido dejar, aunque hayan habido años de ausencia por muchos motivos, nunca la he olvidado.
He vuelto más veces al Néthou, al refugio pasando por el Hospital de Benasque. Aquellas voladuras que han terminado en carretera, Baños, que una vez paré a tomar algo y me sentà extraño y ahora ya no se si es un lugar de auténticos baños o un simple lugar de veraneo, o incluso aún es un bar con baños......
Aquel refugio que habÃan cajas con postales que comprabas al guarda, diez o doce en la mesa para cenar. O dejar entes del glaciar unas cantimploras al lado de las rocas llenas de agua y recogerlas a la vuelta sabiendo que aún estarÃan allÃ. Benasque tampoco es lo que era, ¡Hay que sidra!.
De nostalgia no vive el hombre, pero añoras algo que se ha perdido y sólo me gustarÃa decir que para mi ese algo es sólo el compañerismo en la montaña.
LukyLuk-2009